domingo, septiembre 23, 2007

Diles que no se la vas a devolver!

Niño, corre por los campos menos espacialmente imaginables
Donde las viejas-de-micro no llegan con sus carteras tan X, Y, Z
Niño, corre sin pensar en el tiempo que pierdes corriendo
Que el tiempo dura mientras LA realidad dura
y LA realidad dura hasta cuando comienzas a correr.
Corre mierda! Que vienen los Famas
Corra mi dulce angelito, que a esos los vamos a ver por detrás de la cerradura
La cerradura del taller, a donde LA realidad volvió para ser desarmada
Los famas te buscan para que se la devuelvas
Sí, sí! Te buscan desesperados, porque saben que tú eres el artesano de ÉLLA
(Y de muchas otras)
Te buscan porque ellos no la pueden ver dentro del taller
Ellos quieren que se la devuelvas y se la instales tal cual como la encontraron
Niño, mira a través de la cerradura y ríete; ríete que ellos ya no escuchan la risa
Grítales a las viejas-de-micro que están por ahí infiltradas,
Husmeando desesperadas con sus carteras X, Y, Z; blanco/negro etc.
Diles que no se la vas a devolver
Saca tu onda y pégale un tiro en el culo a la más regordeta
Y corre! Corre! Que te persiguen y les hierve la sangre
Hazlas correr por los campos in-espaciales
Para que se les caigan las carteras, trastabillen con los tacos
Se consternen con esa vaca de 23 ubres, que tienes pastando por ahí
Se horroricen con las lagartijas desolladas, que tiraste a la pecera del perro
Se persignen con cristo, que juega golf con el pene y las bolas de un elefante
Ríete! Te van a perseguir toda la tarde
Ellas quieren su amada y felpuda realidad a toda costa
Mientras tanto los famas han escrutado todo el taller y no encuentran nada
Las viejas vuelven al taller en la noche a organizar la toma
Mira! Mira! Con consignas marxistas exigen su realidad de vuelta
Se tomaron el taller!
Ríete! Que ellos no saben que la risa son los ladrillos de un taller
Corre! Que ellos no saben que corriendo se montan los ladrillos
Ríe! Corre! Crea lo maravilloso en otro taller
Que la vaca de 23 ubres solicita un toro de 23 penes
Y cristo necesita un buen bat para jugar béisbol!

martes, septiembre 18, 2007

Cuadros de un nonato

“there's a sign on the wall,
buts she wants to be sure,
cause you know sometimes

words have two meanings"

Letra de la canción:
"Stairway to heaven" de "Led Zepellin"




- ¿Y?
- Ha dilatado bastante, doctor.
- ¿cuánto?
- ocho centímetros.
- ¡qué rápido dilatas mujer! ¿cómo te sientes?
- Ansiosa doctor, es mi primer hijo.
- Tranquila, ya vas a ver que el parto, es de lo más hermoso que hay. Necesito que comiences a relajarte, pronto te llevaremos a pabellón.
- Doctor.
- ¿dime?
- ¿está todo bien?
- Por supuesto; te has hechos todos los controles y no hay nada extraño con tu parto. ¡uy! Mira esa contracción mujer; matrona, controle la pulsación fetal…
- 132 pulsaciones por minuto
- Ya lo ves, está todo bien, sólo tienes que relajarte y pujar cuando te lo diga. Uff! están altas tus contracciones ¿te duele mucho?
- Si, pero lo aguanto.
- Matrona; la dilatación.
- 8 y medio doctor.
- Falta poco mujer ¿Manuel cuánto le vas a poner al querubín?
- Manuel nada más, sin segundo nombre.
- Doctor, llegó el marido de la señora –dijo una enfermera que se asomó por la puerta.
- Muy bien, llévelo a vestirse y hágalo pasar.

La enfermera salió y pronto llegó el marido de Paula; se podía notar en su cara lo alborozado que estaba, sin embargo mantuvo una actitud sumisa, muy acatante a las indicaciones que el doctor comenzó a darle al instante. Paula entre tanto, respondía a cada sonrisa que su marido le enviaba; producidas por las intervenciones en las que el médico decía algo que tocaba directo en la felicidad de esa familia, que se iría a conformar.

- de un momento a otro pasamos a pabellón –dijo el doctor con esa seguridad que tienen
los médicos- ya está con nueve de dilatación y las contracciones bastante seguidas.

Había algo que se interponía entre ella y esa felicidad familiar que flotaba en la sustancia de palabras de doctores, sonrisas conyugales y olor a sala de pre-parto (que por primera vez se inscribía en su registro olfativo) no era el dolor causado por las contracciones, ni nada que alguien hubiera podido notar en la sala; era algo que más que algo, era la falta de algo. En sus neuronas menos usadas, se había instalado desde su infancia, el axioma cultural que pontificaba al nacimiento del primer hijo como una de las mayores instancias de realización y regocijo de una mujer. Ese regocijo y realización; esa sensación de trascendencia vital-filial, que en aquel momento debía justificar muchos de los esfuerzos y sacrificios que cualquier mujer occidental como ella, había realizado durante su madurez, estaba carente en lo más profundo de su química neuronal, provocando esa sensación de interposición, de desequilibrio que la convertían en una actriz involuntaria sonriéndole a su marido. Sin embargo (y esto era peor), aquel desequilibrio no pasaba de ser una sensación, no pasaba al telón de la conciencia donde podría haberlo afrontado racionalmente, lo podría haber analizado y desmembrado de esa manera que extrañamente vuelve mucho más inocuas las sensaciones desgarrantes; porque claro... la conciencia es una capa mucho más resistente y donde poseemos muchos más recursos para defendernos de aquellos ácidos, que son los desazones como los que vivía esa casi-madre, desazones que al nivel de la inconciencia y la sensibilidad se vuelven insoslayablemente corrosivos con un ser humano.
Paula intentaba inyectarse la felicidad familiar que flotaba en la sala, inútilmente en su conciencia: “mi primer hijo / me cambiará la vida / que feliz está Felipe / no hemos comprado una cuna / ojalá estuviera viva mi madre, para que me viera / sí, estoy segura de que voy a ser feliz…y lo soy ahora, también…” ya que detrás de ese telón verbal de su conciencia, el ácido resultante de los grandes axiomas culturales no cumplidos, corroía las palabras mentales que se proyectaban sobre el telón, dejando una efervescencia total, que viciaba el aire de su salón mental, sellado externamente por sonrisas y muestras de felicidad.

- que momento más feliz amor – dijo Felipe, sosteniéndole la mano y besándola en la
frente, luego de finalizadas unas de las tantas palabras bonitas del doctor.

- sí, es el momento más feliz de la vida –dijo la involuntaria actriz, aumentando la
Viscosidad y el PH de la sustancia de aquella sala, en directa proporcionalidad con el
desequilibrio gestado en su mente.

- doctor, diez centímetros de dilatación.

Comenzó el traslado hacia la sala de parto y Felipe en todo momento sosteniendo la mano de Paula y comunicándole sonrisas intermitentes, que de actuadas no tenían nada (el de verdad estaba feliz). Los dolores de Paula aumentaron, al punto de invadir su conciencia y parte de su inconciencia, convirtiéndolos paradójicamente en la anestesia necesaria para combatir esa corrosión pre-materna que anidaba en su sentir; y un poco antes que el dolor de las contracciones, minara totalmente con la acidez, sus labios esbozaron en la sustancia aérea (que también se trasladaba con ellos), unas palabras que no cuajaron en la tibieza del lugar por donde rodaba su camilla; unas palabras que a pesar de haberse verbalizado en ondas sonoras, venían desde mucho más allá de su conciencia, más allá de su desequilibrio y que a la vez lo incluían; palabras que venían de la mezcla producida por la acidez cáustica y por aquello que se preparaba a salir de entre sus piernas.

- qué será mi hijo- dijo Paula sin ser oída, mientras era instalada en pabellón.


***


Comenzó caminando por el pasillo. Por los ventanales entraba esa luz exquisita de las siete de la tarde de un día de verano, que provocaba a través de un efecto invernadero, la temperatura que de seguro debía tener un feto en el vientre materno. En aquella hora del día, el astro se mostraba pródigo y maternal, gestionando una complicidad térmica y visual entre la temperatura y las partículas de polvo que se dejaban ver gracias al ángulo en el que entraba la luz, dándole al comedor de su casa (porque ya estaba segura que era su casa; un poco distorsionada en algunos aspectos, como se daría cuenta más tarde, pero su casa al fin y al cabo) un aspecto acuoso de líquido amniótico, que junto con la temperatura formaban el perfecto substrato fetal.
Siguió caminando con pachorra y descalza, gozosa del placer uterino-hogareño que había descubierto, y orgullosa a la vez de ella haber brindado 29 años atrás, aquel placer que de seguro debía ser, estar en el vientre materno. La experiencia ofrecida por el astro y su hogar, era tan formidable, que caminar por su casa se volvió un placer que quiso disfrutar despacio. Aquella complacida y orgullosa mujer, ahora se veía caminar a sí misma en tercera persona por la alfombra; descalza y parsimoniosa, caminó por la alfombra del living y se dio cuenta sin sorpresa, que no percibía ningún objeto individual. No es que no estuvieran ahí, no es que ella no pasara la vista recorriendo cada rincón, sino que lo único que en ese momento tenía que percibir, eran las partículas suspendidas, la tibieza arrulladora del atardecer, los pelos de la alfombra en sus pies y su casa dándosele tan natural e inmediatamente: pasillo, comedor, living; conceptos que en aquel momento llevaban intrínseca la aceptación de que se camina por uno de esos lugares, sin necesidad de una prueba empírica particular y contingente como una mesa, una silla, o un sofá que se presenten sinceramente a eso que llamamos vista.
Caminando por entre el líquido amniótico, Paula se sentó en un sofá del living (que nunca vio, estando en cambio demasiado consciente de que estaba ahí) quedando de frente a un gran ventanal por donde los colores de las siete de la tarde, entraban en todo su esplendor, manchando también de naranja y rojizo al polvo que flotaba en el aire y a todos los objetos que no-estaban en el living de Paula. No había horizonte, no había tierra, no había cielo, no había un patio donde ver como jugaba el perro; sólo colores que proyectaban su intensidad sobre el ventanal de la casa, colores difusos, sin nombres, sin explicaciones racionales, sin una conciencia que pudiera atraparlos; pero que causaban un profundo placer en su mezcla con la triada perceptiva uterina-hogareña, sobre el inconsciente y la sensibilidad de Paula. Recostada en aquel sillón, Paula llegó al clímax de placer y comodidad que podía tener cualquier feto dentro del útero; pero aquel clímax llevaba consigo el peso desagradable de su desenlace (al igual que esos tangos que mientras más amor y cosas rosas dicen, más se sabe que van a terminar mal) En la conciencia de aquella mujer, se instaló la noción del tiempo /siete de la tarde/, se proyectó sobre el telón, permaneciendo durante un momento en la expectación, de lo que siete de la tarde, guardaba atrás del telón, que como un tsunami químico-neuronal, ya empezaba a arrasar con todo el placer que había estado sintiendo en el backstage de la conciencia, en el atrás de toda verbalización mental; y que a pesar de todavía estar percibiendo el polvo, la temperatura y los pelos de la alfombra en sus pies, el efecto del tsunami se llevaba todo el placer y dejaba a aquellos elementos placenteros con un gusto aguado y de futura podredumbre. Que angustia, se levantaba ahora… y que nostalgia también, de tener el polvo ahí enfrente suyo y poder tan sólo recordar el placer que le había brindado tres segundos atrás. El tiempo se había instalado con sus respectivos secuaces: futuro y pasado, sobre todo futuro, interponiéndose entre ella y el placer que hubiera querido poseer por toda la eternidad, no obstante, no era una interposición como la que había vivido décadas antes, en los momentos previos de haber parido a su primer hijo; no era el desequilibro retrógrado, de no estar cumpliendo el axioma cultural de: uno de los momentos más felices de la vida, que la atacó en aquel momento, en aquella sala de pre-parto, en un pasado presente. Lo que el tsunami del tiempo le hizo sentir en el living de su casa, fue un desequilibrio a posteriori, un desequilibrio que provenía del futuro y se instalaba en su presente, llenándolo de agua, e instalando en él, un cronómetro de cuenta regresiva, que vedaba todo el placer que le había echo sentir el espectro cromático indefinible de las siete de la tarde. Cuenta regresiva que se detenía a las nueve de la noche o’clock, donde se habría ido la exquisita temperatura fetal, el polvo amniótico suspendido y hasta los pelos de la alfombra (así como estaba golpeando la gran ola), dando paso al frío, a la oscuridad y a gusanos hambrientos entremedio de los pies descalzos. Y bueno… ineluctablemente, a las nueve de la noche o’clock, aquel feto tendría que nacer, o peor aún, morir definitivamente, morir sin ninguna trascendencia más que de abono vegetal y alimento para gusanos. Esa posible intrascendencia, aquel posible game over, era el agua gélida del tsunami, la posibilidad-gusano, que aguaba angustiosamente el presente de cualquier ser humano en el cual entraran las posibilidades, minaba cualquier placer fetal, y no sólo ése en particular, sino que cualquier gustillo del presente, del momento, de la construcción inmediata de la realidad; cualquier saborcillo de los que dejan el aire del salón mental con un olor a azafrán o a alguna sabrosa cazuela (haga usted la analogía degustiva que quiera; a gusto del comensal) es dejado insípido por la maldita posibilidad-gusano.


***

(Sala de parto; Paula pariendo; médico acomplejado; Felipe desconcertado; una especie de trance donde las voluntades individuales, no pueden cambiar nada ¿todavía lector? Prenda la imaginación y proyecte lo más nítido posible, lo que viene a continuación)


Doctor: ¡PUJA!

Paula (mente): Hijos, que feliz, que dolor, ¿pujo? Pujo.

Felipe: mi amor puje

Doctor: puja apenas yo te diga, no después… ¡PUJA!

Paula (mente): mi padre, las amazonas AAAY! El dolor es aguantable, el dolor es aguantable, hay que aguantarlo, hay que aguantarlo ¿qué me dijo el doctor? ¿Pujo? Eso da más dolor ¿para qué más dolor? OK, OK pujo.

Doctor: ¡estás pujando tarde, mujer; es peligroso!

Paula (voz): ya, ya doctor aaayy!!

Doctor: ¡PUJA!


***


“¿Dónde está? ¿A dónde se fue la felicidad de unos segundos atrás? ¿Por qué no podía ser eterno? Deseo la eternidad. Oscurece y todo se va a ir; sí, estoy segura, nadie ni nada me va a arrullar y el frío… ¿Y ese cuadro? ¿Qué hace ese cuadro en mi Living?”

Un hombre al comienzo de un camino, parado y mirando un horizonte yermo y plano; listo para caminar. Sus pies tienen un hoyo; no un hoyo pintado, la tela está rota al comienzo de los pies, y los dedos de los pies son algo nunca antes visto: de ellos nacen ramas que se extienden por todo el desierto y de esas ramas nacen más ramas, hasta el infinito… ¿possibilities?

“ahora recuerdo… feria de antigüedades y un arco que le compramos a Manuelito. Sí, que situación aquella, fue incómodo pero cuando veo el cuadro me invade la niñez de Manuel”.
“Íbamos paseando los tres por una feria de antigüedades, el verano del ochentaytantos. Manuelito tenía unos cinco años y le habíamos comprado un arco de estos de juguete, cuando ya casi saliendo de la feria, escucho a mis espaldas: A no! A no! Chiquillo de miéchica! ¿Dónde están tus papás? ¡Me tienen que pagar este destrozo! Nos damos vuelta con Felipe y vemos a Manuel con esa cara que ponen los niños cuando están a punto de ponerse a llorar, el arco en la mano y la flechita sumergida en la tela de un cuadro; la señora nos mira, advirtiendo que somos los padres del niño y Manuelito corre a abrazarme. El diálogo con la señora fue expedito: ¿cuánto cuesta?/ tome / disculpe señora. Nos fuimos a santiago con el cuadro en el auto y dándole a Manuel un sermón educativo y cariñoso; era un niño y no lo hizo a propósito, no podíamos acribillarlo por lo sucedido”: hijo tiene que tener más cuidado, esos juguetes no son para andar disparando en cualquier parte, ya sé que no lo hizo a propósito, pero tiene que fijarse lo que anda haciendo. La verdad es que si lo hice a propósito, vi el cuadro como un buen blanco para probar mi puntería, y disparé la flecha. Es normal que mi madre pensara que había sido sin querer; una madre no concibe la maldad en el hijo único a los cinco años, pero tampoco era eso; no fui malvado, simplemente quise disparar mi arco en el cuadro, nada más. Cuando llegamos a santiago, mi mamá decidió colgar el cuadro en el living: ni se nota- decía ella- es un hoyito en los pies del hombre”

“yo… crecí. Aunque no mucho, ya que mi madre siempre me mimó como a un niño. A veces pienso que las madres que sobreprotegen en exceso, no es que amen a sus hijos en exceso, sino que lo hacen más bien para llenar un vacío, alguna carencia, un ideal no cumplido qué sé yo; mi madre es un caso de esos, estoy casi seguro, aunque no lo puedo comprobar empíricamente, tendría que meterme en las profundidades de su mente… aunque quizá soy un ser de las profundidades de su mente… qué sé yo.”
“¿en qué estaba? Haa sí, crecí. Fui al colegio, tuve amigos, conté mentiras, me sentí importante, me sentí basura, vi a escondidas pornografía a los doce años con mis compañeros, tuve tres pololas; dos me patearon y a una la pateé (se sintió bien) fui idealista (casi me inscribo en las juventudes comunistas) fui casi-cristiano (cuando los otros rezaban, me unía a ellos) coleccione cajetillas de cigarros (llegué a tener una colección de 113 cajetillas) me dediqué a leer las noticias y a tener una opinión bastante agresiva, entré a la universidad, estudié medicina, tuve una sola polola mientras estudié en la U, y llegué a quererla arto; una vez pasé un susto bien grande cuando casi queda, preñada, por suerte fue una falsa alarma, aunque al mes de que pasó eso, me pateó y sufrí bastante, terminé la carrera y me tomé un año sabático mochileando por Argentina, Brasil y Uruguay; en Brasil me pesqué fiebre tifoidea y estuve bastante mal, me recuperé y volví a Chile, comencé a trabajar de farmacéutico (es que después de la enfermedad, me di cuenta que no podía trabajar de médico) y en eso estoy ahora, trabajando en la farmacia y viviendo en la casa de mis viejos, llegó de la pega y el cuadro siempre en el living

Se podría decir que he vivido intensamente, a raíz de los hechos que he contado. Pero que sé yo… nunca he estado seguro de estar vivo, nunca he estado seguro de existir, Descartes no me ha convencido mucho, el cogito ergo sum me resbala cuando pienso que quizá soy una voz en el sueño de una mujer, que quizá soy el artilugio de un escritor desconocido, que quizá soy un quizás, una posibilidad hablando en primera persona, uno de los infinitos dedos del cuadro, pero sin pie. He tenido una vida igual a la de alguien existente, tengo 29 años y etc. Se podría decir que soy /así de simple/, pero también se podría decir que soy letras en un papel o un computador, qué sé yo, que soy el casi hijo de una mujer, porque no supo pujar-me… o qué sé yo.”


***



-¡PUJA!

-¡PUJO!

-¡Pero cuando yo te lo diga, no después!

-¡No sé doctor! ¡No sé! Aaay!

-Ya está saliendo la cabeza. Ahora ¡PUJA!

-Aaaay!!

- pujaste tarde, se devolvió. Matrona la pulsación fetal

- 73 doctor

- se está ahogando, se enrolló el cordón umbilical.

- 45 doctor

- ¡PUJA! ¡PUJA! ¡PUJA! ¡PUJA! ¡NO! ¡NO! ¡AHORA! ¡NO! ¡AHORA!

-… doctor

Cesárea / morado / ataúd blanco / que liviano / casi.



***


...el cogito ergo sum me resbala cuando pien…Cama de dos plazas, to the left and to the right, enredada en las sábanas…soy el artilugio de un escritor descono… Paula sudando, Paula soñando, Paula está vieja, 8:59 pm, durmiendo una siesta… uno de los infinitos dedos del cuadro, pero sin pie… Paula sufre: ¿Manuelito? ¡Manuelito! Detrás de los párpados, los ojos to the left and to the right… porque no supo pujar-me… qué sé yo.

- Hijooooo!!!- gritó Paula despertando de un sueño a las nueve de la noche o’clock.
- ¿Qué pasa amor?- dijo Felipe entrando asustado a la habitación.
- Manuel hubiera sido farmacéutico- dijo Paula somnolienta y transpirada
- mi amor ya han pasado 30 años de que mu…
- 29- dijo ella interrumpiéndolo bruscamente
- bueno, 29 años desde que Manuelito murió, o nunca nació y ponerse a sufrir a estas alturas por él… no sé, es…

Felipe se acercó a ella y le dio un beso en la frente, luego se levantó y fue a preparar tostadas con mantequilla a la cocina. Paula se paró de la cama se puso las pantuflas y todavía algo somnolienta se sentó en un sofá del living. El cuadro, estaba ahí, al verlo se anudaron muchas conclusiones en el backstage de la mente, las cuales en la pantalla de la conciencia se manifestaron como un recuerdo y algo más:
“…pero claro, fui yo la que a los cinco años disparé una flechita a ese cuadro… Mi padre que era de Brasil, solía contarme cuando yo era pequeña la leyenda griega de las Amazonas, las mujeres guerreras de los Escitas que iban a la guerra con sus arcos. La historia me emocionó tanto, que aunque a mi mamá no le gustara mucho la idea, tuvieron que comprarme un arco de juguete; con él me creía toda una amazonas, hasta que sucedió lo del cuadro y mi madre me dio un sermón gigante, me rompió el arco y me dijo que no siguiera creyéndome niño jugando a esas cosas. Usted mijita, tiene que andar preocupada de hacer cosas de niñas, tiene que ser una buena esposa y una buena madre. ¡Mish! La de tonteras que le mete en la cabeza su papá.”

“siempre le tuve mucho respeto a mi madre, sus palabras se imprimían en mí como el único camino correcto. Aunque en la praxis, no llegué ni a ser ni buena esposa ni madre; podría haberlo sido, si hubiera pujado en el momento justo, y sería otra la posibilidad hecha realidad; no sé por qué pasó eso, quizás en un futuro vislumbre todo con mayor claridad. Aunque la verdad, mi futuro ya es un callejón sin salida, me queda morir y quién sabe después, si es que hay algún después... No fui ni amazonas ni madre, no fue ni médico ni farmacéutico, no fue ni muerto ni vivo, pero podría haberlo sido... la flechita destruyó los pies, los dedos son...”




¿Possibilities?